Las huellas de los primeros (artículo en Ars Creatio)

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El pasado 14 de abril, Día de la Cosmonáutica, se presentaba el número de Primavera de la revista Ars Creatio, en cuyo evento tuve el placer de participar, entre muchas otras cosas, presentando ¡Poyejali! 50 películas esenciales sobre la exploración del espacio, además del honor de diseñar la portada y escribir un artículo para dicho número. Ahora que ya se ha publicado el número de verano de Ars Creatio y que estamos en la semana en que se cumple el 50 aniversario del viaje del Apollo 11, aprovecho para traer al blog dicho artículo, y que también podéis leer directamente en la revista pinchando en la siguiente imagen:

El 12 de abril se celebra el día de la Aviación y la Cosmonáutica. Día festivo desde 1962 en la entonces Unión Soviética, la actual Rusia, conmemora el primer viaje espacial tripulado por un humano, que a la sazón también fue la primera vez que un individuo de nuestra especie orbitó alrededor de la Tierra. La Historia siempre ha dado mucho valor a quienes realizaron un determinado hito por primera vez, por ello el azar, la competitividad, el esfuerzo, el sacrificio e incluso las malas artes se han visto involucrados en muchos momentos vitales de nuestra Historia. La ficción, particularmente el cine, siempre ha sido un reflejo, de una forma más o menos fiel a la realidad, o incluso de forma colateral, de estos comportamientos y sentimientos humanos. El 12 de abril de 1961, el piloto militar soviético Yuri Gagarin realizó un viaje espacial alrededor de nuestro planeta que duró 108 minutos (en realidad fueron 106, cifra registrada en el informe oficial de la Comisión Estatal, pero la agencia soviética de noticias TASS difundió una duración de 108, de manera que es el dato más conocido).

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La carrera espacial había comenzado oficialmente el cuatro de octubre de 1957 con el lanzamiento soviético del primer satélite artificial, el Sputnik 1, pero años antes, estadounidenses y soviéticos ya estaban trabajando para dominar el espacio a cuenta de la preponderancia técnica, estratégica y propagandística que podía otorgar el dominio del espacio a cada uno de los bloques ideológicos enfrentados en la Guerra Fría.

El lanzamiento del Sputnik 1 pilló a todo el mundo por sorpresa, hasta el punto de que fue el principal acicate para la creación, en 1958, de la NASA (National Aeronautics and Space Administration) a partir de la NACA (Comité Consejero Nacional para la Aeronáutica, en inglés National Advisory Committee for Aeronautics), institución dedicada a la aviación que en ese momento ya se encontraba trabajando en naves como el avión cohete X-15, que incluso podía alcanzar la barrera del espacio, situada a 100 km según la Federación Aeronáutica Internacional (FAI). Después de enviar un satélite al espacio, el siguiente hito importante sería un viaje espacial tripulado por humanos, labor a la cual se dedicó la NASA a través del programa Mercury. Para llevarlo a cabo, tal como refleja la película Elegidos para la gloria (The Right Stuff, Philip Kaufman, 1983), se comenzó a desarrollar la tecnología necesaria al mismo tiempo que seleccionaron a los primeros astronautas estadounidenses, los denominados Mercury Seven (los Siete del Mercury), que antes de realizar incursión espacial alguna ya eran unas celebridades en su país. Una forma de proceder completamente distinta a la de los soviéticos, quienes solo hacían público el lanzamiento e identidad del astronauta cuando ya había sido lanzado con éxito.

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Así ocurrió con el vuelo orbital de Yuri Gagarin el 12 de abril de 1961, tal como muestra la película Gagarin: First in Space (Gagarin. Pervyy v kosmose, Pavel Parkhomenko, 2013), en la que se puede ver la cara de la moneda soviética en cuanto al proceso de selección de héroes espaciales. Además de una historia sobre el primer viaje espacial centrado en la figura de Gagarin, la película contiene otros elementos interesantes, entre ellos, la aparición de los principales artífices del programa espacial ruso, como el ingeniero jefe Koroliov o el militar del Ejército Rojo Kamanin, adiestrador de astronautas o cosmonautas, nombre que reciben en la Unión Soviética y también en la actual Rusia. Es muy significativo el protagonismo que también se concede en el film a otros cosmonautas contemporáneos a Gagarin, cuya popularidad eclipsó sus nombres casi por completo para el gran público fuera de la Unión Soviética quizá con la excepción, y en círculos un poco más especializados, de Valentina Tereshkova (primera mujer en viajar al espacio en 1963) y Aleksei Leonov (primer ser humano en realizar un paseo espacial en 1965). En este biopic se destaca principalmente al cosmonauta Guerman Titov, puesto que fue el principal rival de Gagarin para convertirse en el primer ser humano en el espacio, y le hubiese sustituido si hubiese ocurrido cualquier imprevisto en el último momento. Titov se convirtió posteriormente, el 6 de agosto de 1961, en el primer ser humano en permanecer más de un día en el espacio.

Mientras tanto, en el bloque capitalista, los logros espaciales iban a un ritmo más lento: Alan Shepard fue el primer humano estadounidense en el espacio el 5 de mayo de 1965, pocos meses después de Gagarin, pero con un vuelo suborbital (no llega a alcanzar la órbita, sino que tras un breve recorrido en el espacio, cae); el 20 de febrero de 1962 John Glenn se convierte en el primer estadounidense en orbitar el planeta Tierra. Para superar a los soviéticos y superar la humillación infligida por sus logros, los estadounidenses tenían que ponerse una meta mucho más lejana y compleja para la cual, sus contrincantes todavía no hubieran alcanzado el suficiente desarrollo tecnológico: la Luna.

En mayo de 1961 el joven presidente John Fitzgerald Kennedy verbaliza en público este objetivo, dando comienzo de forma oficial la carrera espacial por nuestro satélite. Sin embargo, por supuesto, estadounidenses y soviéticos, aunque no aprobados ni completamente definidos, ya habían ideado sus respectivos planes para llegar a la Luna.

Para conseguirlo, tras el Mercury, la NASA desarrolló los programas tripulados Gemini, como vía de pruebas e investigación para desarrollar tecnología espacial, y Apolo, el proyecto que les llevaría a la Luna. Este objeto de deseo ya había sido profusamente tratado previamente en el cine, como por ejemplo, en La mujer en la Luna (Frau im Mond, Fritz Lang, 1929), que narra todas las vicisitudes y motivaciones de un viaje espacial a la Luna gracias al asesoramiento científico de verdaderos pioneros de la astronáutica y el desarrollo de cohetes como Hermann Oberth; o Con destino a la Luna (Destination Moon, Irving Pichel, 1950), en el que se concibe el viaje a la Luna como un acto de supremacía técnica y que, gracias al afán de realismo de sus responsables, con el esfuerzo del autor de la historia original Robert A. Heinlein, se erigió como estándar del viaje espacial cinematográfico en las películas posteriores.

https://www.flickr.com/photos/espd/1274207078

Pero también películas contemporáneas al programa Apolo tratan en el tema del viaje lunar y la carrera espacial desde su presente y con un tono crítico, como Cuenta atrás (Countdown, Robert Altman, 1967), donde se exploran los límites éticos de la consecución del logro lunar; y Un ratón en la Luna (The Mouse on the Moon, Richard Lester, 1963), una divertida sátira sobre los programas espaciales. La película que más se nutrió de la fiebre por la Luna y el optimismo espacial fue 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968). Fueron tantas las interacciones entre el proyecto cinematográfico y el proyecto espacial, que a raíz del film comienzan las teorías de la conspiración acerca de un viaje simulado a la Luna para vencer al rival ideológico y tecnológico, la Unión Soviética, mediante la ficción. El viaje fake a la Luna es tratado desde dos perspectivas diferentes, pero ambas desde la misma distancia temporal, en dos películas casi contemporáneas: la violenta y lisérgica comedia Moonwalkers (Antoine Bardou-Jacquet, 2015) y Operación Avalancha (Operation Avalanche, Matt Johnson, 2016), que coquetea con el falso documental y el metraje encontrado y cuya narrativa se apoya firmemente en los acontecimientos previos al éxito del programa Apolo.

Pero el paseo lunar sí que tuvo lugar, y el 21 de julio de 1969 Neil Armstrong se convirtió en el primer ser humano en caminar por un astro que no fuese la Tierra. Sorprendentemente, hasta muy recientemente y gracias a First Man (El primer hombre) (First Man, Damien Chazelle, 2018) no se había realizado ninguna película sobre la figura de Neil Armstrong. Un fenómeno similar al ocurrido con Gagarin, cuya gesta en versión cinematográfica previamente mencionada no se realizó mucho antes: en 2013. Con Gagarin: First in Space se inaugura en cierta manera un florecer del cine dedicado a la carrera espacial soviética alejado de los fantasmas del régimen soviético y con una mayor perspectiva y menor espíritu propagandístico, más de medio siglo tras la gesta de Gagarin y más de un cuarto de siglo después de la disolución de la unión soviética. Para su realización, se recibió asesoramiento oficial de la agencia espacial rusa, de igual modo que títulos posteriores que han ido surgiendo merced a esta apertura y al avance de las técnicas de efectos visuales como The Spacewalker (Vremya pervykh, Dmitriy Kiselev, 2017), dedicado a la hazaña de Leonov o Salyut-7, héroes en el espacio (Salyut-7, Klim Shipenko, 2017), inspirada en el rescate en 1985 de la última estación espacial del programa Salyut.

Debido a su carácter reservado y a sus reticencias a ser un entrevistado por periodistas y ser el centro de atención debido a la relevancia de su figura, hasta el siglo XXI no se escribió una biografía autorizada de Neil Armstrong, que se retiró de la NASA en 1971 para dar clases de Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Cincinnati. Desde entonces, declinó ofertas, entre muchas de diversa índole, para dedicarse a la política, como sí aceptaron otros como John Glenn, Harrison Schmitt (penúltimo ser humano en abandonar la Luna) o incluso Valentina Tereshkova. Armstrong declinó también, en un principio, la propuesta que en el año 2000 le hizo el historiador espacial James R. Hansen para escribir su biografía autorizada. No fue hasta dos años después, tras ganarse su confianza, cuando el astronauta accedió y Hansen pudo comenzar a trabajar en lo que después de convertiría en First Man: The Life of Neil A. Armstrong (Simon & Schuster, 2005), cuya edición en castellano vio la luz unos años más tarde: El primer hombre. La vida de Neil A. Armstrong (Debate, 2018).

Que exista la película es casi un milagro, Armstrong se reunió con los productores, entre los que se encontraba Hansen, con quien había desarrollado una profunda relación, antes de su fallecimiento el 25 de agosto de 2012, de manera que contaron a tiempo con su consentimiento para llevar a la pantalla su vida, centrada en su épico viaje espacial. El resultado cinematográfico que se pudo ver en pantalla grande seis años después de la desaparición del astronauta no ha dejado a nadie indiferente. Rodada con un gran afán de realismo, aunque los cineastas se toman sus licencias, se centra en la vida de Neil Armstrong desde 1961 hasta 1969.

Una de sus bazas es la aparición de una misión espacial nunca antes vista en el cine: Gemini 8. Llevada a cabo en 1966, su objetivo era el encuentro orbital y acoplamiento con la etapa superior de un cohete Agena, la primera vez que se realizaba esta maniobra en el espacio. Justo después del regreso de Apolo 11 de la Luna el 24 de julio de 1969, First Man muestra algo que ningún largometraje había acercado al espectador: la cuarentena que los astronautas que regresaban de la Luna debían guardar para evitar un eventual contagio en el caso de existencia de microorganismos en la superficie lunar, para los cuales ningún ser humano tendría defensas y que podrían llegar a constituir un problema ambiental. Tras comprobar que efectivamente no existía vida microscópica selenita susceptible de establecer contacto con la Tierra, se eliminó la fase de cuarentena en las misiones Apolo que llegaron a su destino (Apolo 13 no lo logró debido a un fallo técnico y la tripulación, afortunada superviviente, quedó exenta de cuarentena), de manera que las tripulaciones de Apolo 15, 16 y 17 no tuvieron que aislarse durante tres semanas tras su regreso a la Tierra. Por supuesto, esta cuarentena se utiliza como un inteligente y certero elemento dramático en cuanto a que refleja la relación de Armstrong con su esposa y muestra la cara menos épica y glamurosa del mayor logro de la exploración humana, cara que se muestra a lo largo de todo el metraje en un empeño de los cineastas por centrarse en los dramas personales de los protagonistas y en mostrarlos como simples humanos normales haciendo cosas extraordinarias no solo por su valía, sino por las circunstancias que los rodearon, incluidas las muertes accidentales de compañeros que afectaron tanto al programa espacial como a la distribución de astronautas en las diferentes misiones.

Aunque a muchos le sorprenda debido al tono poco festivo y al aire un poco depresivo que muestra el actor Ryan Gosling en su papel de Neil Armstrong, First Man se ha realizado con el visto bueno de la familia de Neil Armstrong, incluidos sus dos hijos, Rick y Mark, su hermana June e incluso su esposa hasta 1994, Jan Armstrong (interpretada por Claire Foy), fallecida el 21 de junio de 2018, pocos meses antes del estreno de la película. El largometraje transita entre lo intimista y lo épico, la historia de una tragedia personal, la pérdida de su hija Karen con solo dos años de edad, y el desempeño de una nueva profesión, estimulante y arriesgada que le requería buena parte de su tiempo familiar y que le llevaría, de un modo u otro, a participar en un significativo acontecimiento histórico.

Ambas películas, Gagarin: First in Space y First Man finalizan con el regreso emocionante y victorioso de los respectivos viajes espaciales de Armstrong y Gagarin, sin poner la vista, ni en forma de mención, en sus vida terrestres después de tales gestas. Para ambos fueron sus últimos viajes espaciales, pero la vida de Gagarin fue más dramática y más corta que la de Armstrong: falleció en un accidente de aviación en 1968, poco más de un año antes de que Armstrong pisara la Luna. Convertido en un icono de la preponderancia espacial soviética que adquirió fama de bebedor y mujeriego, sus esperanzas de volver al espacio se truncaron en 1967 a causa de la muerte a lomos de la Soyuz 1 de Vladímir Komarov, primera víctima mortal de la exploración espacial fuera de la Tierra. Gagarin, suplente de esa misión y titular para la siguiente, no pudo hacer nada por evitar el trágico desenlace que constituyó, además, un estrepitoso fracaso del programa espacial soviético que se sumó al fallecimiento, un año antes, de Koroliov, el denominado ingeniero jefe cuyos logros bien merecen una biografía cinematográfica a la altura. Sorprendentemente, desde 1973, cada 12 de abril, Día de la Cosmonáutica, se sigue proyectando en la televisión rusa Taming of the Fire (Ukroshcheniye ognya, Daniil Khrabrovitsky, 1972) biografía ficticia de Koroliov a cuenta de la opacidad del régimen soviético del momento y de ciertos episodios reales no muy reivindicables, como la detención y condena de Koroliov, a causa de una purga ideológica, a trabajos forzados en las minas de oro de Kolyma en Siberia. Si hubiese muerto en Kolyma, muy probablemente Gagarin no sería el primer humano en el espacio y el 12 de abril no sería el Día de la Cosmonáutica.

Bibliografía

Gómez, A. (2018). ¡Poyejali! 50 películas esenciales sobre la exploración del espacio. Barcelona: Editorial UOC

Marín, D. (2018, 13 de octubre). «Cine: First Man (o la exploración espacial convertida en mal rollo)» Blog Eureka. <https://danielmarin.naukas.com/2018/10/13/cine-first-man-o-la-exploracion-espacial-convertida-en-mal-rollo/>

Marín, D. (2013, 22 de junio). «Cine: Gagarin, el primero en el espacio» Blog Eureka. https://danielmarin.naukas.com/2013/06/22/cine-gagarin-el-primero-en-el-espacio/

Universal Pictures (2018) Dossier Prensa First Man (El primer hombre)

 

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