La ciencia ficción nos muestra la realidad

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En 1980 se estrenó una película que pasó con más pena que gloria por las pantallas norteamericanas: Saturno 3. Sus protagonistas, Farrah Fawcett, Kirk Douglas y Harvey Keitel se las tienen que ver, cada uno en el papel que le corresponde, con el robot Héctor, que además tiene capacidad de aprendizaje gracias que uno de sus componentes esenciales es tejido cerebral humano. Una “simple” película de robots que nos da para reflexionar mucho más allá del ámbito de la Robótica.

El espacio físico donde transcurre la acción es el denominado Centro de Investigación de Alimentos Experimentales, sito en uno de los satélites de Saturno, presumiblemente Titán. El objetivo de este particular centro de investigación (cualquier científico o persona que haya tenido algún contacto con laboratorios que vea la película seguramente se quedará perplejo) es encontrar la manera de producir alimentos suficientes para una humanidad que ha agotado sus recursos naturales. No entiendo porqué los guionistas han situado tan lejos de la Tierra el laboratorio. Podría ser por la abundancia de compuestos orgánicos existente en dicho satélite, pero en cualquier caso no es relevante para la trama ni creo que se hayan esforzado mucho en justificar este punto.

Aparte de la cuestionada calidad cinematográfica y el grado de disfrute que pueda proporcionar Saturno 3, lo que queda claro es que muestra un futuro con una problemática en la que probablemente nos encontremos y en el que nuestro país quedará, seguramente fuera de la primera división, en este caso la tecnología de los alimentos y la carrera espacial. A los cada vez más acuciantes recortes en las partidas presupuestarias dedicadas a investigación hay que sumar el paso atrás que supone la actitud del Ministerio de Industria, Energía y Turismo en la reunión de ministros de la Agencia Espacial Europea celebrada en Roma esta semana. Aportará 102 millones de euros, el dinero indispensable par pertenecer a la Agencia, al mismo tiempo que se mantiene una deuda de 165 millones de euros. Este recorte a la mitad del dinero que tenía comprometido el gobierno para tal fin en 2013 supone que España no participará en ninguno de los programas opcionales de la Agencia, que son los que pueden aportar una mayor capacidad de desarrollo tecnológico a nuestro país.

Cualquier película de ciencia ficción nos puede mostrar que las políticas estatales (y no estatales) no nos llevan por el buen camino en cuanto a desarrollo científico y tecnológico. En cuanto al resto de ámbitos, se nos muestra casi a cada momento de nuestras vidas.

Entrada publicada en el blog de la Asociación Española de Comunicación Científica

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